A las vacas les debemos las vacunas

En el siglo XVIII la viruela mataba a miles de personas en varios continentes. El Dr. Edward Jenner vió que las jóvenes ordeñadoras no se contagiaban, sin embargo, ellas padecían de una enfermedad menos grave que la viruela, llamada viruela vacuna.
Así que a Jenner, un afamado investigador y médico, se le ocurrió inocular de viruela vacuna a un niño de ocho años llamado James Phipps. El pequeño mostró síntomas de la infección. Cuarenta y ocho días más tarde, después de que Phipps se hubiera recuperado completamente de la enfermedad, le inyectó al niño infección de viruela humana, pero esta vez no mostró ningún síntoma o signo de enfermedad.
En 1881 Louis Pasteur lleva a cabo un audaz y brillante experimento público para comprobar de la efectividad de la vacuna antiantráxica ideada por él, en la granja, hoy histórica, de Pouilly-le-Fort. Al comunicar estos resultados, Pasteur introdujo los términos de vacuna y vacunación que provienen de la palabra latina vacca, fruto de los resultados obtenidos al inocular el virus de la vacuna; en la terminología médica como homenaje a Jenner, su ilustre predecesor.