En un reciente número de la revista Nature, (593, 249-254, 13 May 2021), Francis Willett et al presentaron los resultados de una interface cerebro-computadora ("BCI"por su sigla en inglés) intracerebral, que decodifica la actividad neuronal de la corteza motora cuando imagina los movimientos de escritura manual y los traduce a un texto escrito en tiempo real. Los investigadores trabajaron con un hombre paralizadlo por debajo del cuello y le pidieron que imaginara los movimientos de su mano al escribir con un lápiz sobre una hoja de papel. El sistema BCI le permitió así al participante una velocidad de escritura de 90 caracteres por minuto (la velocidad de una persona no afectada es 115 caracteres por minuto) y una exactitud del 94 %. El alfabeto decodificado se muestra en la imagen de la revista Nature acompaña esta nota.
Los sistemas BCI (1,2) adquieren señales cerebrales y con la ayuda de una computadora las analizan y las traducen a comandos que transmitidos a un dispositivo de salida que realizan actividades como escribir, hablar o mover una prótesis. Los sistemas BCI no emplean las conexiones normales del cerebro hacia los nervios periféricos y los músculos: se limitan a medir y decodificar señales electromagnéticas producidas exclusivamente por el sistema nervioso central. Es por ello que estas interfaces permiten la comunicación con el entorno a personas con diversas parálisis motoras que no pueden mover siquiera algún pequeño músculo voluntario de sus cuerpos. Un procesador activado por la voz, movimientos de los ojos o músculos de las mejillas, tal como el que empleaba Stephen Hawking, no constituye un sistema BCI. Tampoco se trata de un método más propio de la ciencia ficción que permitiría "leer la mente", ya que requiere la participación voluntaria del individuo.
Si bien existen tecnologías que emplean magnetogramas o Resonancia Magnética funcional, la mayor parte de los sistemas BCI hacen uso de las señales eléctricas producidas por un electroencefalograma y los electrodos para detectar estas señales se pueden colocar por encima del cuero cabelludo o implantarlos quirúrgicamente en distintas regiones del cerebro (BCI invasivo), con ventajas y desventajas de las distintas metodologías.
La mayor complejidad reside en el análisis de las diversas ondas del electroencéfalograma para extraer aquellas que se correlacionan con la intención del usuario. Para ello los individuos participan en sesiones de entrenamiento, que incluyen la representación mental del movimiento deseado (cursores, prótesis, etc) y algún tipo de feedback en los ensayos exitosos como refuerzo del aprendizaje. Las señales resultantes pasan luego al algoritmo que lo traduce a un comando ejecutado por el dispositivo de salida: una disminución o aumento de la intensidad o amplitud en una determinada frecuencia de onda del ECG se puede traducir en la selección de la letra que alteró la calidad de la onda, el desplazamiento de un cursor, o el movimiento de una prótesis robótica. El algoritmo debe ser dinámico y adaptarse a los cambios que el participante sufre durante su re-educación cognitiva.
Hasta ahora, los sistemas BCIs para escribir en un teclado no habían podido competir con otras tecnologías no-BCI tales como el movimiento de algún pequeño músculo de la cara para elegir una de las 26 posibles letras del alfabeto latino. No es sencillo, por el contrario, construir un algoritmo para predecir cual carácter desea elegir el participante, basado exclusivamente en su actividad neural, tal el caso de personas con completa parálisis de sus músculos voluntarios. El método BCI invasivo más exitoso hasta ahora le permitió al usuario alcanzar una velocidad no mayor a 40 caracteres per minute. Por otra parte, las metodologías no-BCI que siguen la trayectoria de los ojos, si bien más rápidas, ocupan la atención visual del usuario y, a modo de ejemplo, le impiden responder un correo electrónico mientras lo relee.
En este contexto, el enfoque desarrollada por Willett et al resulta muy superior a lo conocido hasta ahora en cuanto a la velocidad y a la exactitud de la escritura, tal como se mencionó al comienzo. Los electrodos implantados en el participante miden la actividad de varias neuronas al imaginar que se escribe cada letra. A tal fin se diseñó un algoritmo de aprendizaje automático ("machine learning" ) que descifra el patrón de actividad neuronal producido en múltiples ensayos. Luego de un período de entrenamiento y la continua adaptación tanto del usuario como del algoritmo fue posible predecir la letra que se está imaginando el participante.
Los autores creen que en un futuro no muy lejano estos estudios básicos podrán ser aplicados a nivel clínico. Quedan por estudiar el funcionamiento de este sistema para otros lenguajes y la estabilidad y los riesgos inherentes a cualquier técnica invasiva.
Referencias
1. Brain-computer interfaces as new brain output pathways. Wolpaw JR. J Physiol. 2007 Mar 15;579:613-9.
2. Brain-computer interfaces in medicine. Shih JJ, Krusienski DJ, Wolpaw JR. Mayo Clin Proc. 2012 Mar;87(3):268-79.